Éxito y fracaso

Nos esforzamos en mostrar nuestra cara más amable para ser aceptados. Estamos seguros de que si enseñamos a los demás lo que intuimos que desean ver tendremos más éxito.

Entendemos a menudo que el éxito se mide por los aciertos y no los fracasos. ¿Sabéis qué? Que no es cierto.

Habitando la soledad y el dolor soy capaz de apreciar los momentos de convivencia consciente y dar valor a los ansiados éxitos. Es desde la aceptación que cada día gestiono la incertidumbre y que tengo que trabajar mis pensamientos y emociones para controlar mi mente y ponerla a disposición de mis objetivos, cuando me muestro y me demuestro la grandeza del ser humano que soy. Si soy capaz de admitir que ahora tengo miedo, que ahora creo haberme equivocado, que ahora me siento triste… habré encontrado el lugar desde donde ahora puedo conectar con la fuerza para desafiar ese miedo, buscar nuevas alternativas para encontrar nuevos escenarios y reconocer la tristeza. Dándole las gracias por estar presente, por acudir a avisarme y así, reconociéndola, poder dejarla pasar para dar cabida a otra emoción que escojo, ya libre, de la que me aprisionaba hasta hace un momento.

La vida consciente requiere de humildad para mostrar al mundo que la polaridad está presente en cada uno de nosotros de manera continua. Que aceptando mis polaridades soy un poco más libre. Que desde la aceptación me trato con amabilidad porque me merezco, además de un buen trato, “chutes” de amor incondicional.

Quizás te estas preguntando ¿para qué es necesaria esta gestión emocional y amor hacia mi mismo? ¿Acaso no es egocéntrico y egoísta centrarse en uno mismo en lugar de ocuparse de los demás?. Veras, si no comprendemos que nadie nos podrá amar más de lo que yo soy capaz de amarme, podemos pasar por la vida reclamando un amor que no nos acabará nunca de llegar. ¿A quién le puede importar más que a ti el buen funcionamiento de tu corazón, de tu cerebro y, si me apuras, de tu cuenta bancaria? ¿verdad que si te duele un pie, o la cabeza, o tienes dificultades para respirar, nadie podrá hacerlo por ti ni sentir en su cuerpo tu dolor? A esto nos referimos al hablar de amor. Desde el amor que me profeso me cuido, y en el cuidado me reconozco como ser completo. Desde ese amor, perfecto, comprensible, sincero, incondicional… puedo amar y reconocer a otro. Si procuro reconocer y amar a otro sin haber experimentado qué significa en primera persona difícilmente puedo valorar el impacto que tiene en otro lo que no sé muy bien qué impacto tiene sobre mí.

Si no soy compasivo conmigo mismo, acariciándome cuando me he equivocado y hablándome de manera cariñosa cuando tengo miedo, ¿Cómo puedo ser compasivo con el otro y darle una nueva oportunidad cuando el que se ha equivocado es él o ella?

He fracasado tantas veces que desde ahí adquiero consciencia del acierto. Y si nuevamente he fracasado me levanto y reoriento el rumbo hacia donde sea necesario para conseguir lo que persigo. Porque entre lo que ahora quiero y necesito se encuentra el abismo que me condujo hasta aquí. El pasado no se corresponde con el presente. Ahora necesito otra cosa y es ahora cuando construyo una nueva realidad que, probablemente mañana, puede dejar de tener sentido. Así es el ciclo de la vida. Una vida que debo escoger en el hoy a pesar de que el mañana, eso que llamamos futuro, también forma parte de mi pasado. Por eso os invito a conectar con el momento presente para ser capaces en el ahora de crear. La acción sólo es posible en este instante. El resto sólo se desarrolla en escenarios que responden a nuestro ideario mental.